Hace más de cincuenta años, cuando trabajaba en la Sección Hidrografía del Servicio de Hidrografía Naval, viví una experiencia que aún guardo con cariño.

Estaba en el sector Geodesia, y compartía tareas con dos inolvidables colegas y amigos: Luis Benito Resio y Héctor Salgado. Nuestro jefe era el entonces capitán de fragata Jorge Larralde, un hombre apasionado por la cartografía, que luego se recibiría de agrimensor.

Un día nos llegó un pedido particular: un club de radioaficionados necesitaba un mapa que les permitiera orientar con precisión sus antenas para comunicarse con el mundo.

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Después de reunirnos, tras una enriquecedora reunión con el sector Cartografía, en tiempos en que los recursos eran limitados, y con mucho ingenio definimos los requerimientos técnicos. La solución implicaba proyectar y calcular una cuadrícula adecuada para representar meridianos y paralelos sobre un plano, centrado en nuestro país. Para calcular las coordenadas planas (X, Y) correspondientes a las latitudes y longitudes se construyó un programa para una computadora HP 9100B de aquella época.

Ese trabajo inicial sirvió como base para que el equipo de cartografía completara la tarea con gran maestría. Así nació un mapa hermoso, técnico y útil, que todavía hoy resiste el paso del tiempo.

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Hace poco, al verlo en venta enmarcado en Facebook, se me encendieron los recuerdos. Recordé esa etapa llena de ilusiones, juventud y entusiasmo profesional. Porque la cartografía no era solo un trabajo: era una forma de conectar con los demás, de proyectar el conocimiento hacia el horizonte.

La cartografía, aliada de los radioaficionados

Para los radioaficionados, un buen mapa es una herramienta fundamental. La proyección azimutal equidistante, centrada en su estación, les permite calcular distancias reales y orientar con precisión las antenas hacia cualquier punto del planeta. Esta proyección muestra las direcciones verdaderas y conserva la escala radial, lo que la hace ideal para planificar comunicaciones de largo alcance y analizar rutas eficientes de propagación.

Hoy, estos mapas viven también en las pantallas que acompañan a los nuevos operadores del aire. Pero el espíritu es el mismo: tender puentes invisibles que cruzan continentes.

Y yo, al mirar aquel viejo mapa, siento que algo de ese espíritu sigue intacto.