La esposa nos cuenta de Félix (q.e.p.d.)

Mi marido es la mejor persona del mundo. Claro, por eso me casé con él. Trabajador, comprometido con los chicos y buen padre.  Familiero. Los domingos ama los ravioles caseritos que yo cocino. Nos conocimos en un baile. Recuerdo que mis amigas estaban locas por él. El negro tenía pinta y lo seguían mucho. Tardó en invitarme a salir, dio vueltas, me acechaba, daba otras vueltas, se hacía el interesante, pero al fin cayó. Félix todavía no se había recibido cuando quedé embarazada de Juana, pero se recibió al año. Tenemos dos chicos, son nuestra vida. Juana estudia medicina y Marcelo está terminando el secundario. Nuestro temor con el muchacho es que le gusta el arte y la filosofía. Todo un idealista el mocoso, no sé de qué va a vivir.

Si tengo quejas de Félix es que trabaja demasiado; tiene dos o tres congresos por año y me deja mucho tiempo sola. Siempre me avisa cuando opera, es metódico, quizás llega a ser aburrido con su trabajo y estudio.

Cómo debés saber, Félix es ginecólogo. Esa parte nunca me gustó. Siempre las mujeres andan detrás de él.  Está grande, pero tiene lo suyo. Es un imán para las minas. Yo siempre tengo que andar cuidando el paño. Soy medio obsesiva y se queja. Pero, tengo que cuidar a mi negrito. No me importa que me diga que lo deje tranquilo, que soy una obsesiva y celosa. A mí no me importa, ¡que se siga quejando nomás…!  La carne es débil y las chinitas están terribles.

Comentaba su esposa.