Experiencias que dejan marca
Hace unos días, una nota publicada en el diario «La voz del Interior» en caracter de espacio institucional del Colegio de Agrimensores de Córdoba trajo de regreso un recuerdo que llevaba décadas guardado. El título era claro y simple: Q4, el nombre de la chancha: crónica desde el hielo, pero detrás de esas líneas se revive una experiencia vital ocurrida en 1974, cuando todavía éramos jóvenes, audaces y, quizás, un poco inconscientes.

A los 25 años, sin GPS, sin mapas digitales, sin certezas, participé en una expedición científica al sur de la base Belgrano, en la Antártida Argentina. Teníamos una misión: medir con precisión el movimiento de una gran grieta que amenazaba la estabilidad de la base. Para lograrlo, debíamos observar estrellas… de día. El desafío era técnico, sí, pero sobre todo humano.
Cinco días aislados en el hielo, atrapados por la niebla, con una radio muda y una plegaria constante: “Q4, Q4…”, el llamado al rompehielos San Martín, nuestra única vía de escape. Aquellos días blancos y sin noche marcaron un antes y un después. La ciencia fue nuestro norte, pero la camaradería, el ingenio y la esperanza fueron lo que nos sostuvo.
Hoy, medio siglo después, decidí compartirlo con ustedes desde este espacio. Porque la vida está hecha de momentos que nos transforman, y porque escribir es también una forma de agradecer a la memoria su persistencia.

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