El Eco de Elena, con su mensaje de olvido, se convertía en un símbolo de equilibrio entre la tecnología y la humanidad.
La sociedad comenzaba a debatir más profundamente sobre los límites éticos de la inmortalidad digital, y Alejandro, junto a Sofía, se dedicaban a promover un uso responsable y ético de la tecnología.
La historia de Alejandro, Sofía y el Eco de Elena se convertía en un recordatorio eterno de que, aunque la tecnología puede ofrecer consuelo, es el proceso humano de recordar y olvidar lo que nos define verdaderamente.
Alejandro y Sofía, concluyeron que Elena vivía en los recuerdos de ambos, haciendo válida las palabras del poeta escritas antes de los Ecos virtuales y a la inteligencia artificial.
“Cuando yo ya no esté en este mundo, solo viviré en tu recuerdo”
—Papá, mamá siempre estará con nosotros, no por una máquina, sino porque la llevamos en nuestros corazones—
—Tienes razón, Sofía. Es tiempo de avanzar, juntos— contestó su padre
La familia, ahora situando en su lugar al Eco, de ubicarlo en un contexto adecuado, se centró en el presente y en los recuerdos reales, encontrando consuelo y fortaleza en su memoria compartida.
Vale mencionar, que Alejandro en sus consultas terapéuticas con su amigo psicólogo, le reconocía a Carlos que a veces hablaba a escondidas con Elena.








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