Como les comenté, Carlos había asistido y participado en la presentación de Alejandro. Cuando ella termina, con un final de alguna forma abrupto, estuvo charlando con varios de los asistentes en los pasillos y pasaron por su cabeza preguntas que todavía no tenían respuesta. Su cabeza volaba y volaba a territorios desconocidos con las opiniones de sus interlocutores. Cuando salieron todos, espero que saliera Alejandro y buscó tomar un café con él. Alejandro quería saber cómo había visto el evento y Carlos, por su parte, quería obtener respuestas a las preguntas que estaban rondando por su cabeza.
Ya en el café, el bullicio contrastaba con la seriedad de la conversación entre Alejandro y Carlos. Los dos amigos se miraban con expresiones tensas, con un sesgo de cansancio, mientras el aroma del café recién hecho llenaba el aire y luego de comentarios sin importancia, tuvieron el siguiente diálogo:

—Alejandro, sabes que respeto tu trabajo. Pero últimamente, no puedo dejar de pensar en las implicaciones éticas de los Ecos, fíjate la pregunta que hizo la señora que se animó a preguntar.— dijo Carlos suspirando.
—¿A qué te refieres exactamente, Carlos?— contestó Alejandro frunciendo el ceño.
—Piensa en esto: Los Ecos pueden parecer una bendición, pero ¿no crees que estamos jugando a ser Dios? Estamos dando a las personas la ilusión de que sus seres queridos siguen vivos. ¿Es eso justo para los que quedan atrás?— expresó Carlos inclinándose hacia delante.
—No es una ilusión. Los Ecos ayudan a las personas a lidiar con su dolor. Les dan una segunda oportunidad de despedirse, de tener las conversaciones que nunca pudieron tener.» Acotó Alejandro defendiéndose.
—¿Y qué pasa con el proceso de duelo? ¿No crees que estamos interrumpiendo algo natural y necesario? Las personas necesitan aprender a dejar ir a sus extintos. Necesitan aceptar la muerte, no aferrarse a una sombra digital.— dijo Carlos sacudiendo la cabeza.
—Entiendo tu punto, pero también he visto el consuelo que los Ecos pueden ofrecer. He visto a familias enteras encontrar paz al hablar con las réplicas de sus seres queridos en otras latitudes — contestó Alejandro mirando su taza de café.
—Pero, ¿a qué costo? ¿Qué pasa cuando alguien se vuelve dependiente de un Eco? ¿Qué pasa cuando olvidan que esa réplica no es realmente la persona que perdieron? Estás creando una dependencia emocional peligrosa— respondió Carlos con voz más suave.
—No es una decisión fácil, Carlos. Creé los Ecos para ayudar, no para dañar. Pero admito que hay días en los que me pregunto si hice lo correcto.— Dijo suspirando Alejandro.
—Solo te pido que pienses en las consecuencias a largo plazo. A veces, lo que parece una bendición puede convertirse en una maldición, ¿no te parece?— Acotó Carlos poniendo una mano en el hombro de Alejandro.
—Lo haré, Carlos. Lo haré, estimado amigo—
Luego de un profundo silencio, con miradas cruzadas inexpresivas, quizás complacientes, la conversación viró a temas más generales, temas teóricos y por cierto profundos. Siguió la conversación tomando un carácter menos personal, menos emotivo y mirando al futuro.
—Con la tecnología de los Ecos, podríamos recrear avatares de figuras históricas como Mahatma Gandhi o Hitler. Imagina la posibilidad de interactuar con un avatar de Gandhi sobre la no violencia o de Hitler sobre su ideología destructiva. ¿Qué implicaciones crees que tendría esto?— dijo Alejandro a Carlos y continuo —Es una espada de doble filo. Por un lado, podríamos aprender de la sabiduría de líderes pacifistas como Gandhi, pero también corremos el riesgo de dar voz a ideologías peligrosas al recrear avatares de figuras como Hitler. Piensa en Nerón, podrías estar fomentando la quema de las ciudades. Podría ser usado para educar, pero también para distorsionar y promover el odio.—
—Exactamente, y la presencia de estos avatares en la esfera pública podría influir en la opinión pública de maneras impredecibles. Incluso podría reavivar viejas tensiones—
—Y más allá de eso, está el tema de la autenticidad. ¿Hasta qué punto un avatar creado a partir de datos históricos y biográficos es una representación precisa de la persona? ¿No estaríamos creando una versión simplificada o sesgada?— pregunto Carlos.
—Eso es un gran problema. Los datos que usamos para construir estos avatares siempre estarán incompletos o interpretados de alguna manera. Tienen sesgos. Entonces, ¿qué tanto podemos confiar en estos Ecos como verdaderos representantes de las personas que fueron?—
Y el diálogo no término ahí, Carlos estaba activo y con ganas de seguir.
—Ahora, imagina que generemos un avatar de Jesucristo, basado en registros históricos, textos religiosos y tradiciones. ¿Qué piensas que sucedería?—
—Pienso que eso sería altamente controvertido. Para muchas personas, Jesucristo no es solo una figura histórica, sino una deidad. La creación de un avatar podría ser vista como una herejía o una falta de respeto—
—Sí, los líderes religiosos podrían oponerse enérgicamente. Podrían argumentar que una representación digital no puede capturar la divinidad ni el aspecto espiritual de Cristo.— Concuerdo contigo, querido amigo.
—Y más allá de eso, ¿qué dirían sobre la autenticidad del avatar? Cualquier intento de reconstruir a Jesucristo con la IA estaría basado en interpretaciones humanas de textos antiguos, que están sujetos a interpretaciones diversas. La figura resultante podría no ser aceptada como verdadera por ningún grupo religioso—
—Eso sin mencionar el riesgo de que personas utilicen el avatar para fines inapropiados o comerciales. Podría surgir una industria que explote estas figuras religiosas para entretenimiento o lucro, lo cual sería profundamente ofensivo para muchas comunidades.— Sin duda, agrego Carlos.
—Así es. Estos son temas muy sensibles que requerirían un marco ético sólido y una discusión profunda antes de considerar siquiera la creación de tales avatares—Concluyó Alejandro casi convencido.

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