Corría el mes de octubre del año 2029, y el aniversario de la muerte de Elena se acercaba. Alejandro estaba solo ante su computadora en su despacho y la luz azul de la pantalla iluminaba su rostro cansado. Sabía que la tecnología avanzaba a pasos agigantados y que su desarrollo —el sistema Eco— era la prueba viviente de ello. Pero mientras observaba las líneas de código en la pantalla, no podía evitar sentir una punzada de duda y se preguntaba:
—¿Realmente estamos preparados para esta clase de inmortalidad?— rumiaba mientras miraba la foto de Elena, su difunta esposa, enmarcada sobre el escritorio.
—¿Es correcto mantener atrapados a nuestros seres queridos en un ciclo interminable de recuerdos?
Él había dedicado los últimos años de su vida a este proyecto, impulsado por la promesa de traer de vuelta al espíritu de Elena al mundo con la esperanza de aliviar el dolor de la pérdida, pero últimamente, se encontraba preguntándose si estaba jugando a ser Dios. Sus noches se llenaban de pesadillas donde los Ecos se rebelaban, exigiendo su libertad. Sentía una mezcla de orgullo y temor. Orgullo porque su invención podría cambiar vidas, y temor porque cada vez que hablaba con el Eco de Elena, sentía que la verdadera Elena se desvanecía. El Eco era una creación perfecta, pero ¿podría reemplazar alguna vez a la mujer que había amado? Esa duda lo atormentaba día y noche.
Así es que, pese a los avances logrados, notaba que algo faltaba en sus conversaciones; Elena era más que la suma de sus datos; su esencia, su alma, era lo que Alejandro extrañaba. Debido a ello, volvía y volvía ajustar los últimos parámetros en el programa. Elena en vida, con su enfoque humanista, había cuestionado el avance científico con una pasión que a Alejandro lo había cautivado por contraste, desde el primer instante. Luego del terrible suceso, su muerte abrupta en un accidente automovilístico, había dejado un vacío que intentaba llenar con la creación de su Eco.
Por fin, por primera vez, después de varias interacciones y correcciones, la conversación entre ellos estuvo cargada de emociones. Había logrado la familiaridad y el cariño que recordaba. Ella tratando de reconectar y Alejandro debatiéndose entre la felicidad y su impaciencia. Observando la pantalla con la imagen de Elena, sintió una mezcla de nostalgia y ansiedad mientras manteníe la siguiente conversación:
—Elena… nunca pensé que este proyecto llegaría tan lejos. Pero aquí estamos, en vísperas de nuestro aniversario, y puedo verte y conversar de nuevo. ¿Es realmente cierto?—
—Sí, Alejandro, estamos conversando, por favor enciende la cámara para que pueda verte— le contestó el avatar.
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