05 — La historia de Juan Moreira

Juan Moreira fue un gaucho que vivió en la provincia de Buenos Aires y se enfrentó a numerosas injusticias convirtiéndose en un símbolo de resistencia contra las autoridades. Murió en un enfrentamiento con la policía en 1874. Su vida y su lucha contra la opresión lo convirtieron en una figura legendaria.

Mito y leyenda popular, el gaucho Juan Moreira escribió historias de crimen y sangre en las pampas. ¿Su pluma?, fue su emblemática daga[1] dice el artículo: “Juan Moreira, a daga y guapeada” del blog de la Pulpería Quilapán[2]:

Juan Moreira no siempre fue Juan Moreira; había sido bautizado bajo el nombre de Juan Gregorio Blanco, nacido cerca del bañado de Flores. Era hijo del gallego Mateo Blanco y María Ventura Núñez. La madre decidió alejar a su hijo de la ciudad y lo llevó a vivir por la zona de Lobos, donde Juan cambió su primigenia identidad cambiando su apellido a Moreira. 

Blanco, su padre, mazorquero temible, un hombre de Rosas que había servido bajo las órdenes del célebre coronel Ciriaco Cuitiño, un líder de la Mazorca. Ocurre que el gallego Blanco, mazorquero, temible como pocos, estaba en la mira del mismísimo Juan Manuel de Rosas, quien le hizo saber su destino de fusilamiento. Así fue como, para proteger a su hijo, el apuntado oficial cambió el nombre de la criatura por el de Juan Moreira; sin saber que, a fin de cuentas, aquel también tendría un porvenir temerario.

En sus inicios trabajó de peón en la estancia de los Correa Morales y allí se casó con Vicenta Santillán. Laburador, guitarrero y cantor, Juan pretendió a Vicenta Andrea Santillán, la paisana más bella de la región. Y se saldría con la suya: doña Vicenta sería su esposa y madre de su hijo. Persona trabajadora, paisano de a caballo, era un hombre respetado en el vecindario hasta que en 1856 mató al pulpero Sardetti por el cobro de una deuda de diez mil pesos. 

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Juan Moreira

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Ante el fracaso de la denuncia, puesto que no contaba con comprobante alguno, y la negación del deudor, nuestro hombre decidió cortar por lo sano y de la forma más terminante: acudió a la pulpería del genovés y, a la vista de los estupefactos parroquianos, lo mató de diez puñaladas, una por cada mil pesos adeudados

El crimen le ganó fama de hombre de armas llevar, de esos que necesitaban los políticos en tiempos del voto cantado. Era menester hacer entrar en razón al sufragista a punta de facón y Moreira se especializó en promover tal tipo de corrección política. 

Fue guardaespaldas de Adolfo Alsina, que premió su lealtad con un soberbio caballo y un facón[3] con cabo de plata. Con este, ultimó a un tal Juan Córdoba de 29 puñaladas. La causa de tanta saña dijo que se debía a un asunto de polleras. Tras este asesinato, Moreira se lanzó a una vida de fugas, marginalidad y asesinatos. Por un tiempo se escondió en las tolderías de Simón Coliqueo en los pagos de 9 de Julio. Durante las elecciones de 1874, sus servicios fueron requeridos una vez más para «convencer indecisos», pero en la contienda asesina a otro matón de comité, llamado José Leguizamón. Días más tarde última a Melquíades Ramallo de dos disparos en el pecho. Ramallo se jactaba diciendo que habría de aprender a Moreira vivo o muerto. No tuvo suerte.

Moreira sumaba ya 15 muertos y se había convertido en un estorbo para las autoridades, como antaño lo había sido su padre. Era menester callarlo para siempre y a tal fin lo condenaron y buscaron.

A fines de abril de ese año en Lobos, tras buscarlo durante tres meses, una partida policial lo acorraló en el patio de un prostíbulo de nombre La Estrella. Allí donde Moreira solía buscar a Laura, su amante predilecta.  

Solo que el 30 de abril de 1874 no sería el turno de una “guapeada” más.

Y vaya sorpresa se llevaron los tórtolos: un veintenar de policías tenía la orden de no dejar escapar a Moreira; quien, en su intento de saltar la tapia del boliche, recibe un bayonetazo del sargento Andrés Chirino. Aun malherido, en réplica, acudió a la empuñadura de su daga: tras disparar su trabuco hacia el rostro de Chirino, el gaucho cortó cuatro dedos del sargento con el filo de su arma emblema y, recién entonces, al cabo de unos minutos, caería muerto.

Chirino, quien terminó dándole muerte, relató años más tarde lo sucedido:

“En eso, apareció Moreira con un trabuco en cada mano:

—¡Aquí estoy… maulas…! ¿Qué quieren?

—¡Ríndase Moreira a la policía de Buenos Aires…!

A lo que respondió: ¡Aquí no hay más policía que yo…!

Y antes que yo pudiera hacer fuego con mi fusil corrió hacia la tapia del fondo.

Poco se sabe sobre la vida de Chirino. Según algunos testimonios era sanjuanino, había participado en la Guerra de la Triple Alianza y murió a los 101 años.  

Al final, a Moreira lo mató la soledad y los amores mercenarios.


[1] La daga fue un regalo de Adolfo Alsina. Adolfo Alsina (1829-1877) fue un jurisconsulto y político argentino, fundador del Partido Autonomista, en 1862, gobernador de la Provincia de Buenos Aires entre 1866 y 1868, vicepresidente de la República Argentina durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento en el período 1868 y 1874, miembro fundador del Partido Autonomista Nacional en ese año y Ministro de Guerra y Marina durante la presidencia de Nicolás Avellaneda también desde ese año y hasta su fallecimiento.

[2] https://pulperiaquilapan.com/juan-moreira-a-daga-y-guapeada/

[3] La hoja medía 63 cm de largo, tenía una empuñadura de plata cincelada en forma de S que reemplazó por otra en forma de U, cosa que detuviese mejor los embistes de los hachazos enemigos.


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