05 — La calavera: Un mundo de significados

Con doce años aproximadamente, no lo puedo fechar con precisión, en la casa de un primo – estudiante de medicina y mayor que yo por unos años— vi y toqué por primera vez una calavera. El cráneo en mis manos no tenía nombre ni identidad, apenas conservaba un borroso número de orden para su identificación en un inventario.

Era inimaginable qué adentro de esos huesos hubiera habido una persona; una mente, un sentir, pasiones, esperanzas y dolores. No se me ocurrió pensar que era parte de un ser humano. Solo era un objeto de estudio de un futuro médico. Recuerdo, eso sí, mi aprensión para agarrarlo ante el ofrecimiento de mi primo, como si la calavera pudiera hacerme daño. Tuve una sensación similar a la que nos produce tomar un animal aparentemente agresivo y que otros nos dicen que es inofensivo.

Luego de tomarla y de esperar su reacción unos segundos, sentí su tersura, su textura suave y resbalosa, su temperatura de papel madera, tuve confianza después de tenerla entre las manos varios minutos, y empecé a jugar con ella. Mover su mandíbula era una curiosa delicia, hacerla hablar y comenzar a buscar a alguien a quien asustar. Supe oír que sucede que:

“Después de un tiempo, la tragedia se transforma en comedia”[1]

En Lima, Perú, en la Iglesia catedral, junto a la plaza principal, fue la segunda vez que tuve otro encuentro real con calaveras, esta vez, en plural. Como parte de un tour visitamos el osario debajo de la Iglesia. Había cientos de calaveras, una al lado de otra, formando círculos o en fila. Las galerías que recorríamos eran lugares oscuros, lúgubres, no húmedos —en Lima no llueve— Uno comprende el significado de la palabra lúgubre en la piel en ese lugar. En el tiempo supe que las iglesias eran espacios donde se enterraba a la gente. Los restos cerca de la casa de Dios eran un rito insoslayable para acercarse a Él. No conozco si es cierto o se comprueba en el caso de la catedral Basílica San Juan Apóstol y Evangelista de Lima.  

La curiosidad me atrapó y seguí buscando información. Es así que encontré otros significados que a continuación detallo:

—La Calavera representa el origen del pensamiento y, por tanto, del mandamiento supremo, representa el avatar microcósmico de Dios, siendo la matriz del espíritu, la inteligencia y el conocimiento. En numerosas leyendas europeas y asiáticas el cráneo es considerado como el homólogo de la bóveda celeste, como sucede en el Grimnismâl islandés, donde el cráneo del gigante Ymir se convierte en la bóveda del cielo. 

—La simbología de la calavera se une también a la de la cabeza como trofeo de guerra.

—Se considera al cráneo como el trono de la fuerza vital del cuerpo y del espíritu. De ahí el deseo de muchas culturas de conservar para sí los cráneos de los muertos, en la creencia de que este acto les brindará el poder espiritual que sus poseedores tuvieron en vida. Al ser lo que resta del ser vivo una vez muerto, igual que una concha de caracol, adquiere el sentido de vaso de la vida y del pensamiento. De ahí también la utilización de calaveras como receptáculo de la vida a su más alto nivel por los alquimistas en sus operaciones de transmutación.

—Entre los masones, la calavera simboliza el ciclo iniciático: la muerte corporal, preludio del renacimiento a un más alto nivel espiritual. La calavera adornada por dos tibias en forma de X es símbolo de la sumisión de la naturaleza bajo la influencia predominante del espíritu, y se considera símbolo de perfección espiritual.

—A principios del siglo XX, el caricaturista mexicano José Guadalupe Posada concibió al personaje de «La Calavera Garbancera» como burla a los vendedores de garbanzo, nuevos ricos que adoptaban un estilo de vida europeo y negaban sus raíces indígenas.

Postulaba que «La muerte es democrática, ya que, a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera», escribió Posada, quien trabajó para los periódicos de la época y usó a sus famosas calaveritas para burlarse de la clase política y las pretensiones sociales en una gran colección de caricaturas críticas.

En su crítica, Posada caricaturizó a una calavera sonriente, ataviada con un sombrero de ala ancha, adornado con flores y plumas.

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—En otro sentido, también es el emblema de la caducidad de la existencia, que aparece en ejemplos literarios como Hamlet o Fausto. En verdad, en contra de las representaciones teatrales, en el texto de Shakespeare, cuando recita el famoso pasaje «Ser o no ser, he ahí la cuestión» —escena primera del tercer acto, que transcurre en una estancia del castillo de Dinamarca— Hamlet no lleva nada en la mano.

En el texto, el pasaje del cráneo sucede en la escena primera del quinto acto, en la que el príncipe danés regresa del destierro en Inglaterra y pasa por un cementerio. Ahí habla con un sepulturero que le informa de la muerte de Yorick, bufón de la corte y amigo de la infancia de Hamlet. Entonces este sujeta su calavera en la mano mientras recuerda sus virtudes y reflexiona sobre la muerte y el paso del tiempo: 

«¡Ay! ¡Pobre Yorick! ¿Qué se hicieron de tus burlas, tus brincos, tus cantares y aquellos chistes que animaban la mesa con alegre estrépito? Ahora, falto ya de músculos, ni puedes reírte de tu propia deformidad…».

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[1] Fernando Meirelles, Nota del Diario La Voz del Interior, sección espectáculos, de Julia Candellero, 31 de mayo 2024, Córdoba.


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