04 — Secretos de la cara y seca del muñeco alemán

En el invierno de julio, la niebla danzaba,
y dormía Córdoba sobre un manto de escarcha,
En las calles de un pueblo con historia alemana,
Donde un muñeco su vigilia guardaba.

De madera tallada, de rostro inmortal,
con ecos de tiempos de guerra y mar,
Los viejos dicen que llegó con el viento,
Desde un barco hundido frente a Montevideo.

Su cara es seca, marcada por el tiempo,
con grietas de dolor de tanto lamento,
Y los ojos vacíos, llenos de historia,
Testigo mudo de una vieja memoria.

Un niño y un viejo, en la helada mañana,
caminaban en la bruma temprano,
Las palabras del viejo eran pocas y de mucho saber,
Hasta que al muñeco tiroles lograron ver.

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El viejo, con ojos que han visto historias,
Se paró ante el muñeco, sin buscar gloria,
«¿Quién eres tú, guardián de la calle?
¿Qué secretos escondes bajo tu mirada?»

El muñeco, de madera, lleno de vida,
Respondió con un susurro que el viento traía,
«Soy eco de otros tiempos, de un mar olvidado,
De una guerra perdida, de un barco naufragado.»

«Mi rostro es seco, como el viento en el mar,
como la piel de aquellos que no pudieron regresar,
Soy guardián del pasado, también del dolor,
Un recuerdo vivo de un tiempo que supe amar.»

El niño, curioso, se acercó a tocar,
Y el frío de la madera lo hizo temblar,
Pero brillaban en sus ojos una chispa ancestral,
Que conectaba su alma con lo sobrenatural.

El viejo y el niño, se marcharon,
Con el secreto del muñeco en su cuerpo,
Y en la fría niebla de julio, bajo el cielo argentino alemán,
El muñeco tirolés quedó, esperando hasta el final.

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