El hecho
En un templado día otoñal en Buenos Aires, alrededor de las seis de la tarde, un accidente automovilístico ocurre en un barrio suburbano cercano a la Universidad de Morón. El sol se está poniendo, pintando el cielo con tonos anaranjados y rosados. La brisa suave hace caer las hojas de los árboles que bordean las calles.
El choque ocurre en la intersección de Presidente Perón y Amenábar. Una de las calles es de tierra y la otra asfaltada. Aunque es un barrio tranquilo, el tráfico es intenso a esa hora debido a la gente que regresa del trabajo y a los que van al turno nocturno de la universidad.
Los protagonistas del accidente son una estudiante universitaria, de unos 20 años, y un hombre de entre 30 y 35 años. Ella lleva pollera y un pullover liviano; él viste pantalones de vestir, saco y camisa.
Un testigo del accidente comenta:
“Presencié un choque; escuché primero un chirrido ensordecedor de frenos seguido de un estruendo impactante, luego gritos y fui a ver qué pasaba. Un auto venía por la calle de tierra y otro por Perón, chocando en la intersección. Los conductores, en estado de shock, se culpaban mutuamente. Fue un espectáculo, la chica diciéndole al hombre que le enseñaría a manejar. Al final, él tuvo que llamar a la grúa porque su auto no arrancaba. Gracias a Dios, nadie resultó herido”.
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Diálogo de los protagonistas después del incidente
—¿Pero qué te pasa? ¡No miras por dónde vas, tarado! —grita ella.
—¿Qué decís, mocosa? ¡Vos sos la que no sabe manejar! —contesta él, irritado.
—¡Yo venía por la derecha, imbécil! ¡Tengo derecho de paso!
—¡Pero yo venía por una calle asfaltada, se supone que tenés que parar!
—¡No me vengas con excusas estúpidas! ¡Esto es un desastre por tu culpa!
—¡El desastre sos vos! ¡Mira cómo dejaste mi auto! ¡Voy a tener que llamar a la grúa!
—¡Qué pena! ¡Quizás el de la grúa te enseñe a manejar!
—¡Sí, claro, dame tus datos del seguro ahora mismo!
—¡Dame los tuyos primero, tengo que estudiar!
—¡Toma, acá están! ¡Y más te vale que los tuyos estén en orden!
—¡Por supuesto que lo están! ¡Te voy a hacer juicio!
—¡Ja! ¡No sabes con quién te estás metiendo! ¡Esto no te va a salir gratis!
—¡No me importa quién seas! ¡Voy a hacer todo lo posible para que pagues por esto! —le contesta ella mientras él llama a la grúa.
Y ella, ignorándolo, se retira del lugar.
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La charla en el café de la Universidad de Morón
En los años 70, en Morón, el contexto político, económico y social de Argentina estaba, en cambio, constante. Parte del estudiantado participaba en manifestaciones políticas, mientras otros temían rebelarse.
En el café universitario, Mariana y sus compañeros de Arquitectura discutían las crecientes manifestaciones. Esa tarde, Mariana llegó tarde y le contó a su amiga Gaby:
—¡No te imaginas qué tarde de mierda tuve! Estaba manejando cuando un tipo sale de la nada y me choca el auto. Se puso como loco diciendo que la culpa fue mía. ¡Por favor, si yo venía por la derecha! Tuvo que llamar a la grúa porque su auto quedó hecho un desastre. ¡Qué tarde… estimada amiga!
—¡Qué manera de empezar el año y las clases! Espero que los profes de este año sean mejores —dijo Mariana.
—¿Qué tenemos ahora? —preguntó Mariana.
—Descriptiva a las siete —contestó Gaby.
—Espero que no nos toque un boludo en Descriptiva —dijo Mariana y salieron juntas.
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El descubrimiento
En la clase de Geometría Descriptiva, Mariana reconoció al hombre del choque como su profesor:
—¡Che Gaby, es él, no puede ser! —le dijo Mariana a su amiga. El hombre que había arruinado casi su vida estaba ahí, de pie, en el aula de la universidad. La tensión entre ellos era palpable.
—El que choqué es el profe —dijo Mariana—. ¡Qué horror, me tengo que olvidar de aprobar Descriptiva!
—Hacete la boluda, como si recién lo conocieras —le dijo Gaby.
Andrés, el profesor, pensó al verla:
—No puede ser, es ella. ¡Qué hago ahora, me hago el tonto, no puedo hacer otra cosa!
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Otra versión en la sala de profesores
Después de la clase, Andrés comentó a un colega:
—Hoy fue un día de locos. Viniendo para acá, una estudiante aparece por la derecha sin detenerse y me choca de lleno. Me gritó que era mi culpa. Resulta que es una estudiante de mi materia. Quiero postularme a secretario y ahora me sucede esto. No sé qué hacer — le comentaba el joven profesor a su colega.
—Cágala, bóchala, hacele la vida imposible —agregó el viejo de Diseño.
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Radio pasillo acusa
Pasados unos meses, los compañeros de Mariana sospecharon una relación especial entre ella y Andrés. Gabriela, amiga de Mariana, sabía todo, pero no contaba nada. Sin embargo, los rumores decían que se había formado una pareja: Mariana y Andrés.
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Un encuentro inesperado
Una tarde, la pareja, abrazados, mientras paseaban por el parque, se encontraron con dos compañeros de clase. La sorpresa fue evidente, pero ellos decidieron no esconderse y saludaron cordialmente.
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Afrontando rumores
En la universidad, los rumores sobre la relación entre el profesor y la alumna se extendieron rápidamente. Mariana y Andrés intentaban mantener su vida personal separada de la profesional, pero los murmullos eran inevitables. Mariana se sentía malinterpretada.
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Una noche, durante una cena, Mariana expresó su preocupación. Andrés la tranquilizó, asegurándole que lo importante era su amor y respeto mutuos. Decidieron enfrentar la situación de manera transparente. Andrés habló con sus superiores, y Mariana con sus compañeros.
Con el tiempo, la sinceridad y la transparencia de ambos calmó los rumores. Aunque no todos aceptaron su relación de inmediato, muchos empezaron a verlos con más comprensión y respeto.
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El tiempo pasa
Mariana continuó con sus estudios, destacándose y graduándose de Arquitecta con honores. Andrés asistió a su graduación, orgulloso. Celebraron y hablaron de planes futuros. Andrés continuó siendo un profesor comprometido y fue nombrado secretario de la facultad de Arquitectura.
El tiempo pasó, y aunque las calles de Morón no vieron más choques entre ellos, a ella le gustaban los gatos y a él los perros, diferencia que sumadas a los problemas económicas y sociales, hizo que la pareja optara por dejarse. De su amor, solo quedaron recuerdos.
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Gabi —la Mistral 1— siguió su amistad con Mariana y le regalo, en su cumpleaños, el siguiente poema:
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El odio, el amor, y el tiempo
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En la sombra de una tarde de otoño,
dos almas se cruzan en trance amargo
Él, con palabras de hielo, tajantes,
ella, con furia en los ojos, ardiendo.
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Las voces se elevan, llenas de reproches,
Como espadas que chocan en pelea.
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En el fulgor de la confrontación,
Se vislumbra una verdad oculta,
En el odio, la llama atesora el deseo,
En la pelea, el anhelo del amor.
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Las miradas feroces se encuentran,
un puente surge entre rencor y deseo,
y la pasión se revela, frágil, sorprendente.
Nace una promesa, un latido sincero,
Un secreto, un pacto de silencio.
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En la oscuridad, su amor crece,
lejos de miradas curiosas.
Pero el tiempo pasa,
y todo se disuelve,
como el rocío al amanecer,
lo que fue fuego, hoy es ceniza.
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Las promesas se quiebran, los sueños se evaporan,
Entre ellos la distancia se abre como un abismo.
Un día, en silencio, sin reproches,
Se separan para siempre, y el amor es recuerdo.
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Así es la danza perpetua del odio y el amor,
Cuando dos corazones descubren la verdad,
que a veces, en la furia de una tormenta,
Nace un amor puro, pero también es su final.
…
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Y colorín colorado esta historia se ha acabado.
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Notas importantes:
El relato es una ficción parcialmente basada en hechos reales. Se cambiaron los géneros de los personajes y se agregaron situaciones de ficción.
Los protagonistas, el ambiente, y la descripción de la Universidad de Morón fueron construidos por el autor del relato —Pedro Holmes— con la colaboración de ChatGPT. También, luego de haber sido elaborados, fueron ampliados y corregidos con la misma herramienta. El lector encontrará por medio de las palabras marcadas como hipertextos algunos complementos importantes e interesantes de la historia.
Así también se agregaron estampas construidas por herramientas de IA de generación de imágenes por medio de textos; fueron creadas por la aplicación DALL-E, Ping y luego trabajadas con las aplicaciones Fotos de Apple y Light-Room de Adobe.
Sobre el poema
El poema de Gaby, la amiga de Mariana, apodada “la Mistral”, fue una propuesta realizada por ella a la aplicación Chat-GPT. Ideó el tema y el programa construyó una primera versión. Luego, Mariana la modificó y adaptó y volvió a la corrección del mismo programa de IA. Posteriormente, con pequeñas correcciones y modificaciones del autor quedó la versión expuesta final.
Con la versión final se solicitó al programa de IA una simulación como que si el texto poético fuera escrito porJorge L. Borges y Pablo Neruda. Acompañamos estas variaciones en el siguiente link : Simulaciones del poema
También se podrá encontrar una conversación sobre la participación de las aplicaciones de Inteligencia Artificial (IA) en la escritura, tal como fue utilizada en el presente texto. Este diálogo se lo puede leer en el siguiente link: Diálogo entre Pedro Holmes y ChatGPT
[1] Le decían “la Mistral” por qué escribía poesías como la poeta argentina Gabriela Mistral.

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