Viejos y nuevos tiempos

Eran personas diferentes, siempre lo fueron y recorrieron caminos distintos, pero siguieron teniendo algunas cosas en común. 

Juan estudió ingeniería, nació en Mar del Plata y sus años de primaria los realizó en la Escuela Normal 6 de esa ciudad. Su familia se mudó a Buenos Aires, donde terminó la secundaria y la universidad. Es amante del arte, la filosofía y la tecnología y anida en su cuerpo una pasión inagotable por el conocimiento. Su estudio, desordenado, está invariablemente lleno de pinturas, papeles y libros. En julio cumple 75 años, nació en 1949.

Pedro nació en la capital, en el barrio de Flores de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). Se recibió de técnico mecánico y el destino lo llevó a trabajar desde joven en el campo. Su vida fue trabajar. Es un amante de la lectura, del tango, de la vida familiar y rural. Es un hombre práctico y no le hace asco a nada al momento de aprender y hacer. Pedro tiene la misma edad que Juan, solo tienen un año de diferencia; Pedro es el mayor. Los dos son baby boomers.

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Ambos se conocieron trabajando en una empresa de construcciones de ingeniería. Juan estaba recién casado y Pedro al poco tiempo también se casó. Inicialmente amigos del trabajo fueron construyendo una amistad que superó lo personal y pasó a ser familiar. Era común que se juntaran a cenar; Juan cocinaba muy bien, al igual que la esposa de Pedro. Además del empleo, la buena cocina casera y el malbec de la bodega López, tenían otras cosas en común. Ambos eran hijos de clase media trabajadora y fueron criados bajo el paradigma del deber. También compartían el país en que vivieron, un país problemático y cambiante como Argentina, que moldeaba sus maneras de ser. Peronistas y radicales eran opciones políticas de diferentes matices para generar bienestar y los cambios sociales de época. A nivel internacional, el mundo se debatía entre la guerra de Vietnam, los movimientos civiles y la Guerra Fría con débiles consecuencias en un país periférico por falta de información respecto a los espacios centrales. Eran momentos en los que estaban de moda los Beatles, el rock and roll, los hippies, los pantalones Oxford y las minifaldas en las mujeres. En lo social, tomaba fuerza la lucha del feminismo y las minorías. Sus tiempos diarios de ocio estaban en la lectura del diario y la televisión. El fin de semana, si el presupuesto lo permitía, ir a cenar afuera, al cine o a ver fútbol en la cancha eran buenas opciones.

Pero, así como el trabajo los unió, también los separó. Las oportunidades laborales los distanciaron. Uno siguió su vida en Buenos Aires y el otro recaló en la provincia de Córdoba. La separación física suele hacer estragos en la amistad presencial. «Juan a menudo pensaba en su amigo cuando las comidas eran acompañadas con el Malbec de López, mientras que Pedro se preguntaba cómo habría cambiado la vida de Juan». Pero los rumbos del destino son insondables y cada uno siguió con su vida, pasando más de cuarenta años sin comunicación.

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Juan y Pedro, jubilados los dos, hoy tienen nietos y comparten fotos de ellos por WhatsApp. El mundo cambió, ellos reconocen parcialmente los signos de los tiempos teñidos por el individualismo, la tecnología y los smartphones. El mundo no es el que imaginaron. Los problemas son otros: el cambio climático, la globalización, la guerra entre Rusia y Ucrania, la disputa entre Israel y Hamas en el Medio Oriente, y el predominio de los populismos fuertes en política son la agenda internacional de hoy. A este punto, sería imposible obviar los efectos del virus COVID-19 que no solo los aisló, sino hizo valorar la presencialidad. Así también, y en consecuencia de la pandemia, se aceleraron el uso masivo de Internet, las redes sociales, y las videollamadas, configurando una nueva forma de vivir. Pero, siendo positivos, lo bueno es que las distancias se acortaron y permitieron el reencuentro. 

Una búsqueda exitosa en Facebook los volvió a unir: «fue cuando Juan recibió la solicitud de amistad en Facebook con emoción mientras Pedro, del otro lado de la pantalla, esperaba ansiosamente la respuesta.» En un diálogo por Messenger expresaron: —Nunca pensé que nos reencontraríamos después de tantos años. —escribió Juan, a lo que contestó Pedro: —La vida tiene formas extrañas de sorprendernos, querido y viejo amigo.

Poco después, acordaron que Pedro visitaría la casa de Juan. El programa consideraba que las esposas estuvieran presentes, pero Laura se había divorciado de Pedro hacía unos años. 

Cuando se encuentran, hay una mezcla de alegría y melancolía en el aire.

—¿Te acuerdas de la última vez que cenamos juntos? —pregunta Juan, rompiendo el silencio. Pedro asiente y mira su copa de vino, visiblemente emocionado.

—Sí, fue en tu casa, antes de que me mudara a Córdoba. Laura estaba encantada con tu lomo a la pimienta. —Pedro sonríe, pero sus ojos revelan una tristeza profunda.

—Siento mucho tu separación de Laura, Pedro. Me enteré por Facebook. Era una mujer increíble.

Pedro asiente lentamente, luchando por contener las lágrimas.

—Gracias, Juan. Ella siempre recordaba nuestras cenas y los buenos momentos. Te comento que extraño su compañía, la pasé mal. ¡La vida ha cambiado tanto…! — Pedro suspira y se toma un momento para recomponerse—. Pero me alegra que estemos aquí hoy, recordando todo lo que compartimos.

Juan levanta su copa y Pedro lo imita.

—Por Laura y por los viejos tiempos —dice Juan, y ambos brindan, sintiendo que, a pesar de los cambios, la amistad y los recuerdos perduran.

Así siguieron compartiendo un plato que habían disfrutado años atrás: lomo a la pimienta con papas noisette y spaghetti con salsa di peperoni all’aglio y el vino de la bodega López, apodado “Lopecito” por Pedro y Juan.

Finalmente, las historias de viejas épocas afloraron luego de chocar las copas de vino en un repetido brindis interminable.


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